jueves, 1 de noviembre de 2012

El poder del NO

Una de las características de personalidad de quien padece algún trastorno de ansiedad es la dificultad para poner limites claros ante la embestida de ciertas personas avasallantes o con fuertes rasgos psicopáticos.
Esta dificultad nos hace vulnerables y como consecuencia nuestros sistemas de alarma se van a encender y nuestra sensación de miedo y displacer se incrementará ante la posibilidad de no poder poner freno a la invasión. 
A veces la dificultad esta en poder ser claros cuando decimos no, en ser asertivos. 
No, es No y hay una sola manera de decirlo. No. 
Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos. 
No, se dice de una sola manera. 
Es corto, rápido, monocorde, sobrio, escueto. 
No. 
Se dice una sola vez, No. 
Con la misma entonación, No. 
Como un disco rayado, No. 
Un No que necesita de una larga caminata 
o una reflexión en el jardín, 
no es No. 
Un no que necesita explicaciones y justificaciones 
no es No. 
No, tiene la brevedad de un segundo. 
Es un No para el otro, porque ya fue para uno mismo. 
No es No, aquí y muy lejos de aquí. 
No, no deja puertas abiertas ni entrampa con esperanzas,
ni puede dejar de ser No, 
aunque el otro y el mundo se pongan patas para arriba. 
No es el último acto de dignidad. 
No es el fin de un libro, 
sin más capítulos ni segundas partes. 
No, no se dice por carta, ni se dice con silencios, 
ni en voz baja, ni gritando, 
ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, 
ni con símbolos devueltos, ni con pena 
y menos aún con satisfacción. 
No, es No… porque No. 
Cuando el No es No, se mira a los ojos 
y el No se descuelga naturalmente de los labios. 
La voz del No, 
no es trémula, ni vacilante, ni agresiva, 
no deja duda alguna. 
Ese No, no es una negación del pasado, es una corrección del futuro. 
Y sólo quien sabe decir No puede decir Si.

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